miércoles, 9 de mayo de 2012

LA REPETICIÓN….Esta vez va a ser diferente Alicia Hendel




Con lo primero que se encontró Freud al abordar las psiconeurosis, fue con la insistencia del síntoma y su resistencia a ser disuadido por la labor de interpretación buscando sus motivaciones inconscientes.
El trauma, poco a poco se iba imponiendo como la roca impermeable a la interpretación: el deseo sexual inconsciente edípico demostró ser indestructible. La tarea consistiría en traerlo a la conciencia y darle otro curso haciendo evidente su imposibilidad.
Más tarde, Freud encuentra la repetición asociada a la figura del analista, como repetición en la Transferencia, como resultado del traspaso de la carga libidinal asociada a los primeros objetos de amor, volcada luego en los objetos de la actualidad. De esta manera, todo amor va a intentar repetir el primer amor.
Más profundamente, Freud llegó a vislumbrar que la insistencia, la repetición, apuntaba a algo más estructural y primario: revivir la primera vivencia de satisfacción, lograr la identidad de percepción entre el objeto deseado y el hallado. Pero lo que puede recuperar un sujeto es sólo una huella, el símbolo de una vivencia irrecuperable como vivencia (el símbolo demuestra no ser la Cosa).
La búsqueda de esta vivencia causa el deseo pero su hallazgo inscribe una pérdida, trae aparejada una decepción, una gran frustración y en situaciones determinadas, puede desencadenar una catástrofe psíquica. La angustia será su expresión más real, desde la angustia señal que permitirá apelar a defensas para amortiguarla, hasta la angustia automática, desorganizante de lo psíquico desencadenando pasajes al acto.
Lacán aporta un giro conceptual que profundiza este abordaje, ya esbozado en Freud cuando escribe el “Más allá del principio de placer”. Demuestra que la repetición es sólo un intento de repetición, dado que lo que verdaderamente se repite es la repetición como fallida, fallando en la posibilidad de recuperar esa vivencia de satisfacción completante, absoluta.
Esto no se le escapaba a Freud, dado que también él se encontró con que una vez dilucidadas las relaciones edípicas de un sujeto, sus fijaciones de goce pulsional, sus aspiraciones imposibles, sus frustraciones amorosas, había algo que no cedía a la intervención de la cura. Una vez analizada la transferencia en la figura del analista, dilucidado el infantilismo de la sexualidad en el adulto, los pacientes se resistían a abandonar algunos de sus síntomas, surgían otros nuevos o abandonaban el tratamiento cuando la transferencia negativa escalaba a límites insostenibles para la prosecución de la cura. El sufrimiento no cedía sus últimas moradas.
Es el momento en que Freud formula la pulsión de muerte: la repetición del no-encuentro, de lo traumático. Ya que no puede haber una identidad de percepción del placer total, ya que no se puede repetir ese placer añorado, la apuesta de la pulsión se dirige a la insistencia del displacer, a hacer del displacer un medio de goce.
El ser humano es finito, su placer tiene límites pero tiene apetito de traspasarlos. Ese impulso, lleva a la repetición. Al mismo tiempo tiene ansia de Ley, de límite, algo que frene, acote su impulso hacia el goce.
Lacán pone el acento en que el objeto al que se intenta recuperar y la experiencia de goce que se desea revivir, es un imposible, es el objeto perdido de la primera vivencia de satisfacción, es un agujero que padece la estructura subjetiva por depender del lenguaje y el malentendido al que éste conduce, en tanto es por allí por donde todo sujeto tiene que significar su propia existencia y la del mundo que lo rodea.
No hay objeto original, primero, hay una falta de objeto que posibilita el mundo de todos los objetos, de allí que a mayor repetición, más se hace visible esa falta de objeto original, el que daría la satisfacción ansiada y nos libraría de la castración. Más se presentifica el vacío de objeto que desencadena la angustia Ese objeto que debe faltar para que haya objetos, se vuelve el más buscado, el único y su falta es insoportable, al fallar la operación de la castración que inscribe esa ausencia convirtiéndola en causa del deseo.
Algo podemos hacer con esta compulsión que busca la repetición de lo igual pero que encuentra la diferencia de forma traumática, dolorosa en extremo. En las vueltas de la repetición, en cada reiteración significante del relato en un análisis, se produce un desprendimiento de ese goce supuesto, una inscripción de esa diferencia, atemperada y tolerable para el sujeto, siempre y cuando el analista haga lugar a esa falta, es decir, el analista mismo pueda asumirla de modo atemperado. Esa inscripción hace legible el trauma de la pérdida.
Una analizante repite la vivencia de enamorarse de hombres muy seductores y abandonantes, siendo la infidelidad un rasgo que los caracteriza. Dice no poder evitarlo a pesar de reconocer que no es lo que siempre quiso para su vida, que se da cuenta que esas relaciones la dañan y le traen sufrimiento. Las asociaciones que se van encadenando permiten ver algunas de las condiciones de goce subyacentes.
La insistencia en armar parejas tan frustrantes, se apoya en la fantasía de que si ese hombre permaneciese junto a ella, “no necesitaría nada más, él cambiaría”. En esta frase, ella quiere decir que él no necesitaría nada más pero vemos que también puede ser adjudicada al sujeto de la enunciación que la representa a ella en ese momento. Se expresa esa aspiración de localizar en ese hombre el objeto de todos sus anhelos. Luego agrega que “no necesitaría otra mujer” ya que junto a ella, sería distinto. Vemos que ella se puede valorizar frente a hombres que no permanecen con ella lo que abre todo el tema de su posición como mujer, como objeto de deseo y la “otra mujer” como imagen especular que reforzaría su femineidad.
Más profundamente, surgen fantasías que trasportan un deseo reivindicativo, dado que si él la elige y se queda con ella, logra triunfar sobre todas las mujeres, las competidoras que hoy se lo roban. En su historia, eran sus medio-hermanas, hijas de un matrimonio anterior de su padre, las que según ella, le ganaban la partida y frente a las cuales se sentía en inferioridad de condiciones.
La repetición de situaciones que conducen al dolor y el sufrimiento psíquico, siempre se presentan como no deseadas por el propio sujeto. Podemos decir, que son intentos de borrar el trauma mediante la repetición de lo traumático, en un intento de que esta vez, va a ser diferente.


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