domingo, 15 de abril de 2012

Sobre la iniciación del tratamiento y las entrevistas preliminares

                                                                                                                       Lic. Yiya Amado de Zaffore

En este trabajo freudiano de 1913 se puntualizan  diferentes conceptos sobre la iniciación del tratamiento, la cuestión de las primeras comunicaciones y la dinámica de la cura.

Es un trabajo de técnica, y en las palabras de su autor “son más consejos que reglas obligatorias.”  Me parece importante para nuestra clínica refrescar los escritos técnicos freudianos y poder interrogarlos desde la actualidad.

Freud comienza el escrito con la metáfora del juego de ajedrez para ejemplificar lo que ocurre en la práctica, con el tratamiento psicoanalítico. Nos dice  que solo resisten una descripción sistemàtica y exhaustiva las “aperturas” y los “finales”, es decir que hay un juego medio, complejo, rico, impredecible… Es por esto, que se opone a la “mecanización de la técnica”.

¿Existe una técnica psicoanalítica, o cada analista opera con un conjunto de pautas que variarán de acuerdo a la particularidad de cada tratamiento  “lo más acorde posible a las reglas del arte” como lo dice Freud en “Consejos al médico”. Pensar una única técnica ¿no iría en contra del caso por caso, de la búsqueda de la singularidad que es el motor del análisis?

Nos habla luego de una “puesta a prueba” o de un ensayo previo al tratamiento analitico, que nos ayudará a determinar si el paciente es o no apto para el análisis.  Freud concibió el método analítico para las neurosis (histeria y n.obsesiva) No lo pensaba apto para las parafrenias, ni para las psicosis en general.

Este tiempo de prueba pareciera tener una cierta motivación diagnóstica. Entonces  surge una pregunta: ¿Podemos hablar de  diagnóstico en psicoanálisis? Pregunta que la dejo en suspenso para retomar cuando hablemos de las entrevistas preliminares (concepto lacaniano) que entiendo es  similar al de “puesta a prueba” (freudiano)

Volvamos a la Iniciación: Desaconseja para el logro de la cura, la familiaridad con el paciente o sus allegados. Esto sería obstáculo para el vencimiento de las resistencias internas del analizado, resistencias por la represión que son las que sostienen la neurosis.

Señala también las intensas resistencias que puede tener el analista cuando está en su propio análisis, lo que muestra que la neurosis caló más profundo que su formación como analista. Por eso la importancia del análisis del analista. Recordemos que para Lacan la resistencia más significativa en el análisis, es del analista.

Sigue Freud diciendo que en verdad la confianza o desconfianza del analizante para la evolución del tratamiento, cuenta menos que las resistencias. La desconfianza es un síntoma a tratar en transferencia como los demás.

Hace referencia a dos temas  frecuentemente conflictivos en los tratamientos analíticos: el tiempo y el dinero.  Con respecto al tiempo, es frecuente la pregunta ¿Cuánto durará el tratamiento? Resulta imposible determinar de antemano su duración.

Por los dichos freudianos no pareciera determinante el tiempo de duración de la sesión, ya que habla de una hora, pero también de pacientes que necesitan más tiempo, ya que recién en la primera hora pueden “desentumecerse”… Es posible entonces  concebir una sesión más corta…

Cuando aparece una enfermedad orgánica prolongada aconseja interrumpir el tratamiento analítico. Nos podemos preguntar si el sostener la circulación de la palabra en transferencia, y desplegar las fantasías  sobre la enfermedad,  no puede  aliviar la patología orgánica…

Con respecto al dinero aconseja que  responda económicamente de la hora de sesión aunque no la utilice.  Hoy pareciera que  esto ha cambiado, ya que son muchos los analistas que cobran sesión por sesión y únicamente las dadas. ¿Cómo incide esta situación en los tratamientos? ¿Aumentarán o no las resistencias en estas condiciones?

Orientando una posición ética, dice  que estamos obligados como analistas a hablar con el paciente del trabajo prolongado que lleva la terapia y del esfuerzo trabajoso que implica. Respetar el deseo y la decisión del paciente, cuando quiere dejar el análisis, que no implica que nosotros como analistas no señalemos la conveniencia de su continuación si lo pensáramos necesario.

Señala que algunas veces los pacientes describen sus males como “intolerables” algunos y “secundarios” otros. Pidiendo tratar en especial alguno de ellos. Es decir sobreestiman el poder electivo del psicoanálisis, lo que es erróneo. Ya que el análisis es un proceso que una vez que comienza, sigue su propio camino y no admite que se le prescriban “ni  su dirección ni la secuencia de los puntos que acometerá” (p.132)

Sostiene también la necesidad de que el analista hable sobre el tema del dinero “sin falso pudor”. Ya que en la valoración monetaria coparticipan intensos factores sexuales. Es decir que se tratan los asuntos de dinero de forma similar que las cosas sexuales: con mojigatería e hipocresía. (p.132)

No es partidario de los análisis gratuitos ya que es una situación -que en su experiencia-  intensificó algunas de las resistencias del neurótico.

En cuanto al ceremonial de las sesiones, señala las ventajas de la posición de divàn y la importancia de enunciar con claridad la regla fundamental: Diga todo lo que venga a su cabeza, sin omitir nada, aunque le parezca algo nimio.

Marca distintas actitudes de los pacientes: como aquellos que preparan previamente los temas que tratarán en sesión, o que deciden mantener en secreto su terapia, todos síntomas que de alguna manera se escenificarán en la transferencia.

Con respecto a los señalamientos o interpretaciones nos muestra algo llamativo: que cuanto más acertadas sean, más fuerte será la resistencia. Trae una frase que me parece una perla: “No hay en la vida nada más costoso que la enfermedad y…la estupidez” (pág.134)

Dice que la interpretación llegará adecuadamente cuando el paciente está próximo a descubrir la solución de su síntoma por sí mismo. Este es un punto que me parece importante: el saber le pertenece al inconsciente del sujeto. Obviamente no se refiere a un saber en cuanto conocimiento intelectual sino al saber inconsciente, a esa verdad subjetiva donde  el deseo se juega.

Agrega que el primer motor de la terapia está en las dolencias que sufre el neurótico y en el deseo de curación. Podemos decir que esto se hace posible por la transferencia herramienta esencial para poder desarrollar el trabajo analítico.

Entrevistas preliminares.

Nos quedó pendiente una pregunta sobre el diagnóstico en psicoanálisis.

Pienso que como psicoanalistas si hablamos de diagnóstico nos referimos a un diagnóstico del sujeto producido en transferencia, y que da cuenta de la posición del sujeto. Vemos que es un concepto que se aleja de la perspectiva de reducir al sujeto a un objeto de estudio. Por ejemplo  cuando Freud nos habla de neurosis de transferencia y las diferencia de las narcisistas.  Determina una clasificación que tiene en cuenta las condiciones y mecanismos de su producción en tanto que la dirección al Otro es diferente y por lo tanto las posibilidades de la cura.

Es decir hablar de diagnóstico psicoanalítico supone la transferencia, ponderando lo que en la experiencia psicoanalítica se produce. Y es la posibilidad que tiene el neurótico de transferir lo que hace  posible una cura analítica.

Cuando Lacan  se interroga sobre la psicosis, caracteriza prolijamente la estructura psicótica y su particular relación al significante, lo que permite situar las diferentes estructuras clínicas como posiciones –localizables en la transferencia- donde el sujeto responde de diferentes maneras al encuentro con lo real.

Las “entrevistas preliminares” como expresión lacaniana corresponde en Freud al tratamiento de ensayo o “puesta a prueba”. Para Lacan no hay entrada en análisis sin el pasaje por ellas. Es un tiempo previo al posible comienzo de un análisis.

Una persona llega al consultorio de un analista porque algo la aqueja, porque sufre por algo.
Nos preguntamos  ¿alcanza con que un paciente llegue pidiendo análisis para que un analista se lo proponga  sin más? ¿De qué se trata la demanda de análisis?

Desde una mirada lacaniana entre la queja preliminar que el paciente trae y la entrada en análisis se da una discontinuidad. ¿Por qué? Porque que el paciente quiera el alivio del sufrimiento que lo aqueja no es garantía de que quiera renunciar a su goce.

De todos modos es posible pensar que si acude a un analista es porque algo que en su vida funcionaba dejó de hacerlo, y supone que el analista sabe lo que le pasa.

Vemos que desde el inicio se juega algo del orden del saber.
Pareciera que una de las funciones de las entrevistas preliminares es que desde la posición del analista se pueda conmover el saber que el sujeto trae, para hacer posible la entrada en análisis.
Para que un pedido o demanda de alivio sea una demanda de análisis es necesario que se introduzca una pregunta, un enigma para el sujeto, con lo que produce una demanda al saber a través de la transferencia.

La demanda inicial podemos decir que es una demanda de significación: Dígame Ud. lo que me pasa. De este lugar de “demandado” tiene que ser cuidadoso el analista, porque si satisface la demanda, obtura la posibilidad del advenimiento del sujeto deseante. Me parece que una de las funciones de estas entrevistas es provocar la reformulación de la demanda inicial.

Es así que la demanda de análisis es un producto de la oferta de escucha del analista, quien con su deseo de analista  causa el deseo del paciente.

Establecida la demanda de análisis, frente al enigma de su síntoma el sujeto se responsabiliza en la búsqueda de un sentido que laboriosamente lo acerca a la verdad del mismo.

En este tiempo preliminar el analista intenta descubrir que relación establece el sujeto con sus síntomas. ¿Cuál es el motivo de consulta? ¿Qué  es lo que demanda?

El analista  realiza una intervención o maniobra de “rectificación subjetiva” que le permita a la persona un movimiento que lo implique en su síntoma, y que el analista verificará si se produjo,  en el a posteriori del relato.

El terapeuta a través de su escucha intenta percibir que cosas de la estructura de ese sujeto se expresa en su relato, desde qué lugar se dirige al Otro, desde donde nacen sus demandas en relación con lo que está viviendo.

¿Puede el analista en estas entrevistas no aceptar la demanda? Podría hacerlo,  pero es un tema delicado. Supone una cuestión ética.

Aunque pienso que en la teoría lacaniana son dos momentos diferentes bien demarcados los de las entrevistas preliminares y el análisis propiamente dicho, creo que en la práctica se hace más compleja la delimitación… quizás porque en los dos momentos se juega la asociación libre y la atención parejamente flotante…

Bibliografía: Braunstein Néstor (1980) “Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia Lacan)”, Ed. Siglo XXI.

                        Freud S. : (1904,1903) “El método psicoanalítico de Freud”. Ed.Amor.,                              T.VII.
                                         (1912) “Consejos al médico”, Ed. Amorrortu T.XII.                               
                                                                                                                     
                                         (1913) “Sobre la iniciación del tratamiento”  idem.

                                         (1912) “Sobre la dinámica de la transferencia” idem.                        

Lacan J. (1955) en Escritos 1, “Variantes de la cura tipo”, Ed.Siglo XXI.
                          
                         Miller J.A. (1981) “Conferencia de Bruselas: Problemas Clínicos para el psicoanálisis” en Recorrido de Lacan, Ed.Manantial, 1984.

                         Nasio JD: “Cómo trabaja un psicoanalista” Ed.Paidós, 1996.
              

jueves, 5 de abril de 2012

La repetición, clínica de poesía



Dra. Alicia Killner

 No es posible hablar de la diferencia sin mencionar la repetición, puesto que una se ubica sólo en relación a la otra.
Se da por descontado, demasiado rápido, que todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de repetición.
En la clínica, el paciente puede decirnos, “yo me encuentro siempre con esas locas”, o “yo me las busco así”, y en la versión femenina de la misma queja, “siempre me encuentro hombres que me maltratan”. Nuestro paciente imaginario puede hacer de esa identidad entre loca y loca, a las que él encuentra además idénticas, su propia identidad como sujeto. Soy el hombre de las locas, soy el que repite tal o cual cosa, con una especie de creencia en el retorno como verdadero retorno de lo mismo.
Pero la repetición ¿qué repite? : un presente en otros presentes, de hecho el tiempo verbal de la repetición es el presente del indicativo. El tiempo en que siempre hago lo mismo,”yo las busco”, y el siempre como adverbio de tiempo que intenta, a la vez que pone en juego la dimensión temporal, operar su borramiento. De hecho ese “yo me las busco’, dice lo que el yo cree de sí mismo, dice del yo solidificado con sus acto, aunque el sujeto pueda encontrarse más bien, justamente, en una fulguración de diferencia. De hecho el eterno retorno no hace retornar lo Mismo, el ser se dice del devenir, y la identidad proviene de lo diferente.
Retornar es el devenir idéntico, no de lo Mismo sino, del devenir mismo. O sea lo que se repite es la repetición. Lo que se repite retorna disfrazado, ¿qué valor otorgarle a esos diferentes disfraces de lo Mismo? ¿Acaso son solo ropajes de un  lo Mismo, bruto y desnudo?
La repetición se disfraza, es lo que se disfraza a medida que se constituye, lo que no se constituye sino por sus desvíos.
No hay un primer término que se repite sino que ese primer tiempo se reconstruye a posterioriori a partir de un segundo tiempo. Por eso es que no hay nada repetido que pueda ser aislado de la serie. La realidad, en tanto, es serial,  como algunos asesinos. Citando a Deleuze en  Diferencia y repetición: Un momento decisivo del psicoanálisis fue aquel en que Freud renunció en ciertos puntos a la hipótesis sobre los acontecimientos reales de la infancia, que serían como términos últimos disfrazados, para sustituirlos por la potencia del fantasma sumido en el instante de muerte, donde todo ya es máscara y todavía disfraz. Es claro que toda esta temática gira en torno de lo que llamamos pulsión y en la repetición es de la pulsión como pulsión de muerte, muda, lo que se repite.
Pero la pulsión en sus vueltas hace necesariamente diferencia, ente una y otra vuelta, hay, se produce, una diferencia que sin duda es leída por el lenguaje.
Sonsacarle a la repetición la diferencia, he ahí una tarea, un orden de tarea analítica que es posible desdoblar en sus especies.
Hay en principio una diferencia a la que en ocasiones no se da la importancia que merece. Si el paciente habla de sus repeticiones, ellas están en el orden del discurso, son dichos, no hechos, es un hecho de discurso, indiscutible por otra parte, que algo se pueda poner en serie, y así la serie es del orden simbólico, la identidad, la identidad de percepción es del orden imaginario, pero la serie establece, por el hecho de establecer un orden, como primero, segundo, etc. un orden numerable.
Aún cuando exista una repetición en bruto como en los rituales obsesivos, y podemos incluir las sesiones de análisis, entre esas repeticiones, ellas ocurren para dar lugar a la aparición de algo nuevo. La tiké que se pone en juego en la repetición significante del automatón.
La repetición automatónica, si se me permite el neologismo, revela la imposibilidad del encuentro, en cambio, la tiké, da cuenta del encuentro, azaroso, y por lo tanto igualmente afortunado o infausto, con lo real.
La repetición difiere de la representación, es opuesta a ella, es porque el sujeto no puede ser todo representado que ella retorna. Existe lo trágico y lo cómico de la repetición, en el destino trágico y en el carácter cómico. El Héroe trágico repite, persiste es su error, suele afirmarse, porque está separado de un saber esencial infinito, éste saber actúa en él como algo oculto. El carácter de lo que no sabe es lo que marca la diferencia entre trágico y cómico, y como el héroe no puede representárselo, debe ponerlo en acto, repetirlo. Hay algo que no puede “del todo decirse’’ y así ello, en su dimensión pulsional retorna por sus fueros.
Así lo retoma Freud en lo que se llama la vuelta del 20, cuando en una hambreada y doliente posguerra, el maestro nos trae la imagen tierna de su nieto jugando con el carretel. El pequeño, en su juego repite, no nos olvidemos, ni aún cuando como señala Derrida le costara tanto admitirlo, dado que no se trata de otra cosa que de ilustrar el más allá del principio de placer, repite algo que podemos, en principio otorgarle un valor simbolizante. Es la alternancia entre el está y no está, lo que pone un da, una presencia palabrera,  el lugar sólo sucesivo de una palabra que lo suple. Pero el ejemplo mismo, como el carretel de Freud se le escapa de las manos. Lo que conduce a Lacan a decir en 1964  ‘’No hay fort ni da y, por así decirlo sin Dasein, sin ser para la muerte. Pero precisamente, en contra de lo que intenta captar, como fundamento radical de la existencia, toda la fenomenología del Da-seinanalyse, no hay Dasein con el fort. Es decir, no existe la elección. Si el pequeño sujeto puede ejercitarse en este juego del fort-da, es precisamente porque no se ejercita del todo, pues ningún sujeto puede captar esta articulación radical. Se ejercita con ayuda de una pequeña bobina, es decir, con el objeto a. La función del ejercicio con ese objeto se refiere a una alienación y no a un cualquier y supuesto dominio, del que no vemos en qué lo aumentaría una repetición indefinida, mientras que la repetición indefinida en cuestión saca a luz la vacilación radical del sujeto”.
Es esta una aproximación que aclara lo que no aclara demasiado, cuando en Más allá del principio del placer, Freud ilustra  su más allá con el juego del carretel que, obedeciendo al principio del placer puede terminar desobedeciéndolo, porque no hay nada que con el placer no bordee, por estructura, la posibilidad de trasponerlo.
El infantil sujeto del ejemplo arroja de modo repetitivo, como juego propio de la infancia, un carretel al que luego hace retornar, así la angustia de la desaparición se compensa con la alegría de su retorno para, luego, reiterarse el mismo movimiento.
Más allá de su fort da está la posibilidad de simbolizar? Es la negativización de su movimiento que permite conjugar el tiempo necesario de la ausencia, el encuentro será contingente. Es justamente la falta de articulación del sujeto lo que hace sujeto, su todo no poder ser dicho por el lenguaje por el gran Otro. Es por eso que la sublimación en sus vertientes poéticas y chistosas pone en juego, evidencia, un código vulnerable, y por lo tanto poroso a la creación.


Clínica de poesía

Abuso del genitivo, el título de esta segunda sección, tratará, espero que lo logre, decir que nuestra clínica se articula por el lado de la desarticulación entre sonido y sentido, con la poiesis poética. Cada vez que se disloca algo en la cadena, cada vez que del sinsentido hacemos efecto estético, hay efecto sujeto. La clínica es entonces poética o poiética, no explica, ni comprende sino que resuena, y al resonar, produce.
Los poetas no tienen biografía, dice Octavio Paz, en concreta referencia a Pessoa. La vida de un poeta es la escritura, como la vida de nuestros pacientes se reconstruye en las palabras nuevas que para ella encuentra-escribe su análisis.
Entonces permítanme hablarles de un poeta que en realidad es muchos poetas. Uno que dice en sus escritos, cosas que nos conciernen en gran medida.
Quien es Pessoa para quienes aún no lo han leído. Un lisboeta, educado, y con excelentes calificaciones, desde los 7 años hasta los 17, en Durban, y en Capetown en inglés, por sacerdotes irlandeses. Hijo mayor de un padre judío, culto y refinado, que muere prematuramente cuando su pequeño hijo apenas tiene cinco años. Es a partir de allí que el niño crea un amigo imaginario, el primero de una larga serie, el chevallier de Pas.
Vuelto A Lisboa en 1905 ya jamás salió de la ciudad, ni retomó sus estudios. Vivió de traducciones comerciales, publicidades de empresas de algún conocido, de una manera muy modesta, con incontables mudanzas y, además, cultivó un amor tormentoso e irrealizado. Fue un dandy baudelleriano, que se llamó a sí mismo indisciplinador de almas y cultivó el desconocimiento consciente de sí mismo con una lucidez exasperante. Bebía, según él mismo, No como una esponja, sino "como una fábrica de esponjas" El nombre es su destino: la raíz etimológica de pessoa (nadie en portugués) es persona en latín: así se llamaba la máscara de los actores de la tragedia. Pessoa es el ortónimo, el discreto médium que adelgaza su identidad hasta volverse invisible para multiplicarse en los otros.
El big bang del sistema de los heterónimos sucedió el 8 de marzo de 1914. Como un director de orquesta, el poeta se acercó a una cómoda y comenzó a escribir de pie "en una suerte de éxtasis triunfal" más de 30 poemas bajo el título "El guardián de rebaños" y "lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, al que inmediatamente llamé Alberto Caeiro. Perdóneme lo absurdo de la frase: en mí apareció mi maestro". A lo que siguió el poema “Lluvia oblicua”, pero ya como Fernando Pessoa. Aparecido Caeiro, trató de inventarle unos discípulos, entonces rescató a un poeta que había pergeñado un par de años antes: surgió Ricardo Reis. A continuación "surgió impetuosamente otro individuo. De un trazo, sin interrupción ni enmienda, brotó la Oda Triunfal, de Alvaro de Campos. La oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene". Así nacen los heterónimos más importantes. Ricardo Reis, Alvaro de Campos y el maestro de todos ellos, incluyendo al propio Pessoa que jamás se esconde detrás de  sus personajes.
Cada uno de los heterónimos tiene un estilo, un año de nacimiento, una posición social, una obra, una ideología política, incluso, siendo Reis, que significa reyes, monárquico y por ello ha debido pasar parte de su vida exiliado en Brasil.
Pero más allá de estos nombres que son los de obra más prolífica existen muchos, aún no se sabe cuántos, se dice 50 o 70 heterónimos de obra menor, entre ellos dos poetas ingleses, y también, una mujer, María José. Toda una generación, hija del mismo hombre.
Para esta ocasión voy a usar solamente un poema, que en realidad son dos, que como conviene al tema de la repetición, tuvo dos versiones separadas por dos años.
El título de esta reflexión  está construido en un complicado juego de espejos, en parte al modo de Pessoa, en parte al modo de Saramago. Lisboa Revisitada es el título que Fernando Pessoa dio a uno de sus más conocidos poemas, fechado en el significativo año de 1924 y revisado dos años más tarde con algunas decisivas variantes. Pessoa revisita Lisboa, peor el hecho es que en la versión portuguesa el título está en inglés, el idioma que Pessoa aprende y practica con soltura desde su adolescencia, por otra parte es Pessoa quien escribe este poema con el nombre de otro poeta, un heterónimo que en rigor no lo esconde sino que le da sencillamente o no tanto, una cierta alteridad del sí mismo, del nombre propio.
Qué hay en esta diferencia, en esta diferencia que ocurre en la repetición de la patria natal, de la ciudad de la infancia, lo que retorna ahora con un nombre extraño, dejando así la marca de una recuperación de la historia imposible [pero no improbable], es que en la denominación que se hace presente a través de una lengua extranjera, aparece la diferencia entre el mismo sujeto que se abre entre la primera y la segunda visita.
Tomaré algunos fragmentos de este poema atribuido como decíamos a Álvaro de Campos, el heterónimo, joven y vanguardista.

Otra vez te vuelvo a ver,
Ciudad de mi infancia, angustiosamente perdida…
Ciudad alegre y triste, otra vez te sueño aquí.
¿Yo?, Pero ¿soy yo el mismo que aquí vivió y regresó,
y aquí volvió a regresar, a regresar?
¿Y aquí volvió a regresar?
O somos todos los Yo que aquí estuvieron y estamos,
Una serie de cuentas- seres ensartadas en un hilo
de la memoria,
una serie de sueños míos por alguien que se encuentra fuera de mí.

Es interesante la posición Pessoana, porqué y  qué coloca en serie, Pessoa?
Coloca las ciudades, o la ciudad como recuerdo, como sueños, como una formación del inconsciente, A los yoes que se engarzan como las piedras de un collar, el collar de la memoria, que reúne sin unir los recuerdos. La misma ciudad que es siempre otra con esa reminiscencia borgeana, en la que el que sueña está afuera, fuera del yo. El yo y el nivel espacial construyen un marco de duplicaciones y desencuentros.
Tal como en el relato de E.T.A. Hoffamn cuya cita toma Freud como núcleo de su trabajo sobre Lo Ominoso, las duplicaciones y los desgraciados encuentros se suceden.
Lisboa no es idéntica a sí misma, Lisboa es recordada como perdida y reencontrada en otra lengua, que resuelve o problematiza el problema de la identidad de la percepción. La Lisboa aquella se ha perdido, sólo es posible escribir sobre ella un poema, sólo un acto de borramiento y escritura puede recuperarla. ¿Como qué? como perdida.
Pessoa hace de su loca patológica escritura, el acto de lo que se funda como irremediablemente ido, bajo el río. Magnífica metáfora ubicable entre Parménides y Borges. Nosotros somos el río.

Otra vez te vuelvo a ver,
Sombra que pasas  a través de las sombras, y brillas
Un momento ante una luz fúnebre desconocida…

Es ese brillo, sólo momentáneo, lo que fulgura un sujeto. Entre esos recuerdos repetidos, sombra de sombras, lo fúnebre, desgarra la sombra, para poder ver. Ver Lisboa, su carretel, arrojado y recogido, por el dasein, que entre el arrojar y el retomar el objeto, hace del juego su propia desaparición, su imposible identidad consigo mismo, un sujeto, que en la dispersión de identidades construye una obra, oximorónicamente, póstuma en vida.

Lecturas:
Sigmund Freud Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, II) (1914). En: Obras Completas. Vol. XII. Amorrortu. Argentina, 2º reimpresión, 1990.
Sigmund Freud Más allá del principio de placer (1920). Cap. II y III. En: Obras Completas. Vol. XVIII. Amorrortu. Argentina, 2º reimpresión, 1989
Lacan, Jacques. "El seminario, Libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis" (1964). Ed.Paidós, Buenos Aires.
Gilles Deleuze. Repetición y Diferencia. Ed. Anagrama. Barcelona, 1995.
J. Derrida.La tarjeta postal. De Freud a Lacan y más allá. Traducción de T.Segovia, México, Siglo XXI, 1986


Resumen:

La repetición, resulta un concepto enigmático, porque ¿Acaso es posible repetir?
La repetición de lo Mismo, el eterno retorno de lo igual, esa cita que entrecomillada pero sin nombrarlo a su autor Nietzche,  Freud hace en el Más allá…., es en un punto imposible. No es que sea imposible intentarla es que no resulta sencilla de obtener, porque al intentarla lo único que se repite es la repetición.
El simple paso del tiempo, recordemos con Kierkegard nos la hace inaccesible.
Es propio de la posición del analista hallar, desear, la diferencia. Ese hallazgo corresponde a una posición ética que le es específica al psicoanalista. Esa posición que podría resumirse en algo así como encontrar la diferencia en la repetición. Producir esa diferencia al encontrarla.
Por eso la poiesis poética, parece sostener una ética que fuera homóloga con la posición analítica, y los ejemplos tomados de Fernando Pessoa, poeta portugués del siglo XX, parecen adelantarse a algunas de las ideas freudianas.
Pessoa, amigo póstumo de Borges, inventa desde su ‘locura escrituraria” una serie de poetas y a sus obras. Esta forma de extraña de alteridad, que él llamó heteronimia constituye un gran enigma. En cierto modo la alteridad respecto del Sí Mismo fue un pregunta borgeana que atraviesa toda su obra. Sin embargo estos dos autores no pierden por sus personales modos de ubicarse en su escritura, su unicidad absoluta sino que más bien hacen de sus identidades múltiples, en el caso de Pessoa y como en el Otro Borges, la paradoja de Chuan Tzu, esas otra figuras de la alteridad, no dejan de hacer de ella una especie de marca registrada, una firma autoral.
Se toma un poema de Fernando Pessoa, un en particular, para poner de relieve cómo es posible sublimadamente hacer de la repetición imposibilidad radical.
En Lisbon revisited, poema en portugués titulado en inglés, con la novedad de otro idioma, de un idioma otro, Pessoa pone en claro que no es posible volver a Lisboa.

Sobre la repetición


La repetición, una encrucijada de la transferencia                                 Isabel Dujovne
“(…) la compulsión de repetición, (…) nos aparece como más originaria, mas elemental, más pulsional que el principio del placer que ella destrona”.
 “La compulsión a la repetición (…) no es diferente de la de los neuróticos a pesar de que tales personas nunca han presentado signos de un complejo neurótico tramitado mediante la formación de síntoma”. (Freud 1920).
Las referencias citadas ponen en tensión los efectos en la clínica de la inclusión de la pulsión de muerte en el psicoanálisis y su articulación con otros conceptos básicos.
La repetición ha sido para Freud la manera de expresión de la insistencia del inconsciente, tanto de lo reprimido propiamente dicho como del “otro primordial inolvidable”, absolutamente irrecuperable para la conciencia. (Freud, 1896).
Por lo tanto desde el comienzo del pensamiento freudiano la repetición incluye esta doble determinación. Doble determinación que puede expresarse como repetición de los signos bajo las coordenadas del principio del placer o, como  escenificación que se muestra de lo que está más allá del principio del placer. Esta mostración es al mismo tiempo la posibilidad de inclusión en la trama del principio del placer, de aquello que lo rebalsa como suplemento y que a partir de 1920 será nombrado como pulsión de muerte, la pulsión por excelencia. De esta manera lo no representado ni representable se vehiculiza a través del lenguaje que siempre dejará un resto no simbolizable.
Como sabemos vastos sectores del psicoanálisis vieron en “Más allá del principio del placer” el pesimismo de Freud resultante de la guerra  o, una metáfora biológica de poca significación.
Hoy, la polémica en torno a la pulsión de muerte sigue vigente aunque se ponga de manifiesto con otras coordenadas. Una cuestión abierta por ejemplo, es cuál es el límite de la representación y más allá de ello cuál es el límite de lo interpretable.
Rescatamos del texto de 1920 que el placer entendido como disminución de tensión no conduce a ninguna satisfacción. Por el contrario la única satisfacción posible es la que pasa por el camino del deseo, camino abierto en la brecha de la imposible identidad de percepción ya que el objeto no puede encontrarse porque no es posible la investidura plena de la percepción.
Para Freud insiste una pregunta: ¿En que consiste el placer si no se trata de disminución de la tensión? Y su respuesta pasa por  ganancias de placer de otra índole, en las que incluye el juego, y la imitación artística de lo doloroso como se observa en la tragedia. A partir de aquí toma preeminencia lo estético sobre lo biológico y lo económico y, las satisfacciones sustitutivas siempre parciales, así como la sublimación como manera privilegiada de satisfacción pulsional.  Ello tiene como consecuencia una nueva clínica coherente con la complejización de los conceptos de transferencia y resistencia y otra manera de pensar el lugar del analista en la cura.
No es lo mismo suponer que ante el padecimiento del sujeto que nos consulta el análisis debe completar el saber faltante que, entender la travesía analítica como una destitución del saber. Lacan al ubicar a Freud en la herencia cartesiana señala que la originalidad del psicoanálisis radica en un posicionamiento diferente frente al saber.
La pulsión y su correlato desiderativo imponen otro orden en el cual el sujeto es llamado a “hacer” algo con ello; un sujeto que no siempre se presenta con un síntoma constituido. Como dice Freud parece que un destino los persiguiera y, sin embargo el psicoanálisis siempre juzgó que ese destino era autoinducido. Por lo tanto uno de los desafíos que le competen al analista es ubicar al sujeto en la responsabilidad que le cabe en ese destino. Es esta nuestra manera de leer el consejo freudiano de que el analista se haga cargo  del “trabajo solicitante de la cura”  para poner en juego el llamado “destino” en tanto subsidiario de los ideales que el análisis permite desgastar. La pulsión de muerte no solo es lo pulsional por excelencia, sino que la misma es inherente a la condición humana, independientemente de la presentación o no de síntomas neuróticos. En la misma línea el trauma, núcleo mudo de la repetición insiste de maneras más o menos ruidosas  con sus variantes epocales ante las cuales la cultura exige hoy respuestas rápidas. (Diario “La nación”,2007)
En publicaciones psicoanalíticas referidas a la práctica actual, se observa un agrupamiento de los llamados “pacientes de hoy” .Los mismos no presentan síntomas psicoanalíticos clásicos y su modalidad de repetición estaría comandada por la pulsión de muerte. Patologías narcisísticas, pacientes borderline, son maneras de nombrar una categoría especial de pacientes en los cuales domina la repetición del vacío que no se puede subjetivar. Un vacío que sería diferente al núcleo de la repetición freudiana o que estaría más allá del mismo. Es en estos pacientes en los que se indica un cambio en el dispositivo en el cual el analista suministra desde si lo faltante. En ese caso el analista da algo que posee desde su saber teórico o contratransferencial. Hay aquí un doble riesgo: que el analista quede entronizado en el lugar del ideal y, que de esa manera vuelva el “destino” pero ahora transformado en ideal de la cura.
La imposible reproducción de lo mismo lleva a un cambio en las presentaciones con las consiguientes variaciones en el encuadre. Pero los conceptos básicos como el de inconsciente en tanto saber no sabido, fundan la praxis del psicoanálisis y determinan su diferencia con otras prácticas médicas o psicológicas en las cuales el saber está del lado de aquel que lo practica.
Dado que el psicoanálisis es una praxis que se define como una manera de tratar lo real por lo simbólico (Lacan 1964), los supuestos fundantes de la práctica de cada analista forman parte de la polémica que estamos planteando en relación a la posición del analista en el inicio y el sostenimiento de la transferencia.
La pregunta que planteo en el núcleo de la encrucijada transferencial es si “esos pacientes” no constituyen una categoría a priori, que genera un conjunto homogéneo de individuos resultante de cierto vasallaje del discurso psicoanalítico al discurso social en el cual domina el agrupamiento según diagnósticos objetivantes y el desconocimiento de la singularidad subjetiva.
En mi lectura de Freud el trauma, implica por definición un vacío de significación, e insiste más allá del principio del placer. Insistencia comandada por la pulsión de muerte, la pulsión por excelencia al decir de Freud; núcleo mudo constitutivo del inconsciente, motor del deseo, y base de toda actividad sublimatoria.
La “ampliación” del campo de lo no representable no es sin consecuencias. A mi entender modifica el concepto de repetición que es indisoluble del de inconsciente y cambia la concepción de la transferencia y el lugar que le cabe al analista en la cura.
Lacan separa el concepto de repetición del concepto de transferencia; (Lacan 1964) no llega a la repetición a partir de la transferencia como lo hizo Freud, sino que va construyendo el concepto de la transferencia en función de los desarrollos sobre el inconsciente, la repetición y la pulsión. La transferencia que no está garantizada de entrada se instala a partir de la suposición de saber en el analista que no lo encarna sino que se ubica en ella como objeto. El analista tiene pues una doble posición; como objeto a y como semblante de saber, posición  que pone en acto que el saber está en el decir.
Es este lugar del analista lo que permite el trabajo desde la transferencia a la pulsión, en función de un operador que es el “deseo del analista” que obra utilizando el designio de la repetición para el trabajo analítico.  Tal como lo propone Freud al definir la “Durchaibeitung”, se trata de enfrascarse en la resistencia para producir lo nuevo en los caminos consabidos. (Freud,S.,1914)
El destino, en tanto mandato sin palabras del superyó, implica la intrusión de un  Otro pleno que, a la manera de un dios inasible maneja las piezas de la vida del sujeto y lo aleja de la vía del deseo. El vaciamiento de la causa abre la posibilidad de un encuentro azaroso en el cual la singularidad escriba su propia marca.
Atravesar el Ideal y por consiguiente atravesar el destino conlleva la constitución de un límite al saber tanto en el analizante como en el analista. (Dujovne I, Paulucci O., 2006). Un límite que por ser de estructura, no admite su completamiento. Por el contrario ese mismo límite implica la posibilidad de una repetición que ante la caída del Otro y sus ideales genere lo diferente en lo que era pura identidad.

Bibliografía:
-Diario La Nación: “Cuánto debe durar una psicoterapia?”. Edición del 4/8/2007.
-Dujovne I. “Recorridos de la cura:del nombre a la causa vacía”. En Saber del límite. Letra viva. Buenos Aires 2006.
-Dujovne I, Paulucci O.: “Saber del límite” en Saber del limite. Letra viva. Buenos Aires.2006.
Freud S.:”Correspondencia con Fliess”. Carta 52. En A.E. I, Buenos Aires, 1982.
            “Recordar, repetir y reelaborar”. En A.E. XIV, Buenos Aires, 1979.
            “Más allá del principio del placer”. En A.E. XVIII, Buenos Aires, 1972.
Jones E.: Vida y obra de Sigmund Freud.
Lacan J.:”La dirección de la cura y los principios de su poder”. En Escritos I, Siglo XXI, México, 1972.
            El seminario Libro XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Barral. Barcelona, 1977.
            El seminario libro XVII. El reverso del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires 1992.
            “El saber del psicoanalista”. Enapsi. Buenos Aires. Publicación para circulación interna.

Resumen:
A partir de una lectura de Freud y de Lacan, el trabajo plantea una polémica en torno a los conceptos de pulsión de muerte y repetición y su incidencia en la clínica psicoanalítica.
Las nociones puestas en juego son: el lugar del saber, la posición del analista en la transferencia, los límites de  la interpretación y las diferencias en la dirección de la cura de los así llamados “pacientes de hoy”.